Palacio de La Moneda. Fuente: Geraldineandleo
El viaje en LAN tuvo un efecto benéfico en mí. Me recuperé bastante. Sin embargo, me quedaban por hacer algunas horas de escala en Lima, ciudad a la que no había vuelto desde hacía más de 13 años.
Sobrevolando la cordillera rememoré otros tiempos. Me había olvidado de la hermosa majestuosidad de las montañas de aquella región. Imperdonable -pensé-, pues no se trata de una belleza efímera.
Un rato de conexión a Internet en el aeropuerto, una cerveza, un pisco, una ensalada César y las horas habían pasado. Abordé otro avión de LAN. Esta vez - ¡al fin!- el destino era Santiago.
Llegamos sin contratiempos pero ya era muy tarde. Llegaba el mismo día en que se inauguraba el evento, cosa que había intentado evitar a toda costa.
El efecto nefasto de American Airlines amenazó mi paz mental una vez más. Comprobamos que la maleta no había llegado. Otra apenada empleada de LAN sacó la cara. Una vez más, ellos me indemnizarían por la ineficiencia de sus desastrosos socios.
Estaba cansada, me sentía sucia. Sólo pensaba en bañarme e irme a dormir. Seguí las instrucciones que nos habían hecho llegar los organizadores de ambos eventos. Cogí un taxi oficial que primero me condujo a otro hotel. Felizmente, reparé en el error, pues había visto por Internet dónde me quedaría.
El chófer me llevó entonces hacia al hotel Panamericana de Providencia. No sin antes pasearme por el Palacio de La Moneda. Esa fue la única vez que pude ver la casa de gobierno. Esta vez, el tiempo no me alcanzaría para hacer turismo.
Cuando entré a mi habitación me parecía un sueño. Llené la tina, me sumergí y estuve allí por más de media hora mientras degustaba una cerveza chilena. Salí y me sequé la cabeza. Lavé mi blusa y mi ropa interior como pude. Tuve que dormir como vine al mundo, pero lo hice como el bebé que una vez fui.
Me levanté a las 7h30 AM. Acabé de secar mi ropa con la secadora de cabello. Bajé al restaurante. Para mi sorpresa, el desayuno era bien abundante. Salí a caminar por Providencia. Cuando abrieron las tiendas me compré una muda completa de ropa carísima. Y es que en Chile el nivel de vida está por las nubes.
Ya estaba lista para dirigirme a mi primer evento.
Plano de la red del Metro de Santiago de Chile. Fuente: Web Metro de Santiago
Luego, como si conociera la ciudad desde siempre, me dirigí al metro. Entré en la estación Los Leones, compré una tarjeta Bip! y me subí a la línea 1. Desembarqué en la estación Baquedano. Cuando emergí lo primero que vi fue la Torre de Telefónica. Entonces supe que el maleficio había terminado.
Torre de Telefónica, uno de los edificios más altos de Santigo de Chile, sede de PdF Latinoamérica y TechCamp 2010. Fuente: Google Images
El sentimiento se hizo más fuerte cuando al entrar al edificio empecé a chocar con los participantes de PdF. Había pasado tanto para llegar hasta allí que tenía ganas de abrazarlos.
Allí me esperaba una sonriente Francisca, quien me había dado seguimiento todo el tiempo a través de alentadores emails. Poco a poco comencé a ponerle rostro a los nombres que horas antes me habían estado escribiendo preocupados y solícitos: Felipe Heusser, Jan Hartman… Me sentí a salvo.
Allí me esperaba una sonriente Francisca, quien me había dado seguimiento todo el tiempo a través de alentadores emails. Poco a poco comencé a ponerle rostro a los nombres que horas antes me habían estado escribiendo preocupados y solícitos: Felipe Heusser, Jan Hartman… Me sentí a salvo.