lunes, 22 de febrero de 2010

Manolo

Nota: una de mis amigas, devenida empresaria en su país de adopción, México, me envía este texto a través de su hermana. Ella viaja a Cuba y su madre aún reside en la isla. Como tantos cubanos, mi amiga no ha logrado vencer al "policía que todos llevamos dentro", como le llama mi amigo Robert a nuestros miedos  a desafiar a todo lo que representa al sistema cubano. Como parte de la misión de este blog, le presto este espacio a esa inteligente mujer para que se exprese y de rienda suelta a su sofocado grito. ¡Qué lo disfruten!


 
Al bate, el apretador de "la DiKtablanda". Foto tomada del blog The B.S. Report.

Manolo

Te has ganado la lotería Manolo y sin tan siquiera haber comprado boleto. Te metiste allí, de improviso, en lo que los eruditos llaman una coyuntura histórica y nos has exprimido el hígado. Sí,  ya sé que hay un montón de cosas por las cuales debemos de estar agradecidos...¿Y qué? Nos apretaste tanto el cuello que casi nos ahogas ¡y después dicen que no hay amores que matan! ¿Y lo tuyo, fue amor? ¿Por ti o por nosotros? Tal vez al principio nos querías... luego se sentía bien el hecho de que todos te aplaudiéramos y después, cuando empezó el hambre y las manos se cansaron de tanto aplauso y de la doble moral pasamos a la triple... el día que dejamos de ser nosotros para ser lo que tú querías (o al menos aparentarlo, porque en el fondo no dejamos de ser nosotros mismos). Ese día....¿te acuerdas? Cuando el mar se tiñó de sangre, el Caribe se llenó de tiburones y para ti, pasamos de la categoría de personas a la de gusanos. Ese día sí... se te acabó el jueguito y los “Patria o Muerte” porque nos habías dejado sin patria y también sin muerte. Se te cayó la máscara y sacaste a relucir tus tropas idiotizadas, tus frases gastadas y tus extranjeros favoritos ¿O tal vez deberíamos llamarlos: San Extranjero de España o Santo Mártir Inversionista de Italia?

Ese día comenzamos a valer lo mismo que Martí. El apóstol se debe de estar revolcando en su tumba. Los has utilizado como te dio la gana, sacándole más provecho incluso que los rusos al Lenin del Kremlin, que ya es mucho decir. Y ahora andamos como en desbandada, hurgando en el corazón para encontrar nuestras raíces, apretando los recuerdos para que no se nos escapen y conservando en secreto la idea de ir a morir a nuestra tierra.

Sí, Manolo, te ganaste la lotería más grande de la historia: una isla y un boleto valedero por más de cuarenta años, mientras nosotros aprendimos cómo vivir y no morir en el intento.

Un día todo acabará y como una vez la calzada Batista volvió a ser la Calle Línea, Salvador Allende volverá a ser Carlos Tercero. No porque tengamos nada en contra del chileno sino porque su nombre nos sabe a ti.

Te deseo una muerte tranquila. Allá te recibirán muchos: Abel Santamaría, Camilo, el Che...En fin, tienes muchas balas que explicar, Manolo. Sólo espero que no decidas organizar una revolución en el infierno.

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