En la mañana de ayer 23 de julio un grupo de activistas y opositores cubanos conformado por la periodista y traductora Aurora Morera, el escritor cubano César Reynel Aguilera, Víctor, un amigo cubano que se nos unió allí y la museóloga y comunicadora Isbel Alba, miembro del equipo de esta campaña, nos dimos cita en el Consulado de Cuba en Montreal.
Como habíamos anunciado en días anteriores, nuestro objetivo era entregarle a las autoridades del gobierno cubano las más de 52. 000 firmas de la declaración de #OZT exigiendo "la excarcelación inmediata e incondicional de todos los presos políticos en las cárceles cubanas".
Ni siquiera se nos permitió pisar el recinto consular. Los representantes del gobierno en esa sede, a los que nos dirigimos respetuosamente con anterioridad a través de una misiva, nunca nos respondieron. Sin embargo, nos estaban esperando pues tenían dos agentes de la seguridad en el lugar que en cuanto nos vieron llegar se apostaron en la puerta. Como no podían cerrar el consulado -que ahora además tiene la carga de trabajo del de Ottawa y sólo abre dos horas en la mañana, de lunes a viernes, para trámites-, nos dijeron que "por razones de seguridad" no podían recibir el paquete... Luego, violando nuestros derechos y sus obligaciones, nos invitaron a marcharnos.
Nos pidieron que mandásemos las firmas por correo postal. Les dijimos que lo haríamos si ellos aún se negaban a recibirlas después de mostrarles el contenido de la caja y la abrimos para que vieran que eran sólo papeles y no había nada peligroso que atentara contra la integridad física de los miembros de la sección consular. Esto lo hicimos en presencia de agentes de La Gendarmerie Royale du Canada y del Service de Police de la ville de Montréal. A pesar de eso, el Consulado de Cuba se negó a quedarse con nuestra caja y su contenido.
Sabemos que eso de aducir razones de seguridad es sólo una justificación, por eso lo documentamos todo. Los que hacen el papelón son las autoridades cubanas, por inflexibles. No sé quién les va a creer que Cuba cambia cuando no son capaces de dialogar con compatriotas que viven en el extranjero y que, preocupados por el devenir de la nación, van pacíficamente al encuentro de los representantes oficiales del gobierno de la isla y ellos sólo se esconden.
Debo destacar la labor altamente profesional de los policías y gendarmes. Para evitar que se repitiera algo aprecido a lo de Noruega, había llamado con anterioridad a la gendarmería, solicitando el permiso para manifestarme y también para garantizar nuestra protección. Recibí dos sorpresas. En primer lugar, en esta ciudad no se necesita permiso para ejercer el derecho a la libre expresión. Sólo se piede en caso de manifestaciones que afecten el tráfico. Segundo, los agentes del orden iban a estar todo el tiempo a nuestro lado para evitar conflictos.
Para mí quedó claro que los de la seguridad, con sus caras de pocos amigos (*) no nos propinaron golpes o insultos, como ocurrió en Barcelona, porque entre polis y gendarmes había tantos o más agentes que manifestantes. Por su parte, los policías fueron atentísimos. Inclusive, la ville de Montreal tuvo la delicadeza de enviarnos a una muchacha que hablaba español para garantizar una buena comunicación. En varias ocasiones entraron a mediar. Hablaron con los funcionarios para explicarles nuestro interés. Como nos acompañaron hasta el final nos pidieron le contásemos todo sobre la campaña. Se mostraron solidarios con nosotros, a pesar de que no pueden tomar posición en esos casos.
Los Cónsules no dieron la cara. Al final nos solicitaron a través de los policías y sus agentes de seguridad que saliésemos del perímetro del edificio. Respetamos su pedido, no sin antes aclarar que eso contituye una violación de nuestros derechos, pues somos ciudadanos cubanos registrados en ese consulado y ellos deberían representarnos. César llegó a mostrarles su carné consular, pagado y confeccionado allí mismo.
Nos quedamos en la acera un rato más. Los gendarmes sólo se fueron cuando anunciamos que nos marchábamos pues ya habíamos hecho lo que nos habíamos propuesto. En efecto, mucha gente que pasaba por la calle nos vio. Como la circulación estaba lenta, miraban curiosos y cuando descubrían el cartel de César nos pitaban y nos gritaban ¡Vive!
También nos vieron otros cubanos que salían del consulado. César se dirigía a ellos tratándolos de "hermanos", como antes había hecho con los custodios, pero cuando veían los carteles huían atemorizados porque las cámaras del edificio estaban filmando.
Al final, nos fuimos felices y con una convición: ¡Zapata vive!
(*) Haré una actualización de este post cuando tenga las fotos que están en la cámara de video. Aún no he podido recuperarlas.
Fuente: Isbel Alba