viernes, 5 de febrero de 2010

Carta abierta al Güicho y otros crónicos admiradores de Salinger

 
Imagen tomada del blog de Tersites donde aparece acompañada de la siguiente frase: “¡Atrida! ¿De qué te quejas o de qué careces?"

Nota: lo que sigue es mi respuesta a algunos comentarios y reacciones motivadas por el post que Tersites dedicó a J.D. Salinger y a sus admiradores, el mismoue publiqué en este espacio hace unos días. Para leer el post, apriete aquí.


Estimado Güicho:

Primeramente quiero aclarar que quien escribe bajo el pseudónimo "Tersites Domilo" es un hombre. De modo que nada tiene que ver aquí "esa Teresita", como Ud. despectivamente lo llama en el comentario que nos dejó en el post anterior. Una vez aclarado lo del género de mi invitado, paso a otras cuestiones.

No pensé que tratándose de Ud., a quien considero una persona aguda y amante de la historia, le pasara inadvertido el sarcasmo de alguien que escribe como "Tersites". Constato que como buen cubano las pasiones no lo han dejado ver claro.

Este artículo sobre J.D. Salinger y sus admiradores expresa el punto de vista de un blogger que no pretende sentar cátedra ni nada que se le parezca. Se trata de un texto totalmente subjetivo, honesto donde los haya, tal como considero que debe ejercerse la crítica.

Coincido con Tersites cuando afirma que "los idiotas no se conforman con que J. D. Salinger sea un espléndido escritor escuálido." Evidentemente, se refiere a los adoradores del autor. Luego subraya: "El error está en querer auparlo y convertirlo en un iluminado o un mesías".

Pero fíjese que nadie intenta menoscabar el mérito y el genio narrativo de J.D. Salinger. Ni siquiera Tersites quien algo avergonzado añade al final de ese mismo párrafo: " Y, como los amores de la adolescencia, Salinger, de un modo u otro, nos acompaña siempre —aún a aquellos que ni siquiera nos atrevemos a confesarlo."

Ahora bien, la comparación con el vino me parece estupenda e ilustra a maravillas este asunto. Así pues, siguiendo las pasiones confesas de J.D. Salinger, sabemos que en su biblioteca -cava para la ocasión- no faltaban "exquisitos vinos", algunos corsé -como corresponde- de origen francés (Flaubert, Rimbaud, Proust). Otros "alcoholes" provenían de la tierra de los Zares (Dostoyevsky y Tolstoy). También había mucho de lo destilado en suelo inglés (Brontë, James, Blake). Salinger incluso se permitía apreciar otros productos de orígenes más diversos (léase Rilke y Lorca). Eso sin citar todo lo que le aportó libar de la cosecha del patio -y aquí abro grande el paréntesis para citar a su admiradísimo Scott Fitzgerald quien influenció notablemente su obra.

Como se habrá percatado, la combinación de los elementos antes enunciados no puede dar como resultado un poderoso charpenté, o sea un vino plein, equilibrado. Desgraciadamente para Salinger, hasta la fecha, no sé de nadie que por haber bebido de esas otras fuentes se declarase inspirado a cometer un crimen.

Ahora bien, retomando el tema de las influencias, es comprensible que J.D. Salinger se sientiese humilde ante semejantes maestros. Una pena que este detalle -que a mi juicio lo humaniza sobremanera- escape a la consideración de sus más fervientes admiradores. 

Por otra parte, su decisión de apartarse de todo lo profano para consagrase a la escritura quizá lo ayudase a acercarse a Dios -en su caso particular, un híbrido oriental encriptado en letras que sin duda muy pronto, gracias a la ley del mercado, nos será posible leer. Ojalá que esta vez no se desaten otros "iluminados".

Como ve, estimado Güicho, nadie rebate la imortalidad de la obra de Salinger. Tampoco le pedimos -ni a Ud. ni a nadie- que sea categórico. Como bien dice Tersites: "La raíz del asunto está quizás en nuestra incapacidad para moderar nuestros entusiasmos (...)."

2 comentarios:

  1. Gracias por dedicarme algo de tu escaso tiempo, Isabelita. Por supuesto que sé que Teresito es un sujeto, y uno inteligente además. Saludos!

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  2. ¡Un verdadero placer, Güicho! Sabes que disfruto leerte y debatir contigo ;-)

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