Wendy Iriepa e Ignacio Estrada cerca de la Plaza de la Revolución. Fuente: Desde Cuba, blog del periodista Reinaldo Escobar quien fuera el padrino de la boda.
Retomando el hilo de mis reflexiones inciales, me digo entonces que tengo derecho a soñar con el milagro de una Revolución Tranquila para Cuba, un proceso que transcurra casi sin darnos cuenta. Una ola de cambio que de forma imperceptible vaya destruyendo los vetustos fundamentos ideológicos hasta ir alterando la estructura de la sociedad actual. Un cambio que nos devuelva desnudos, como niños recién nacidos, dispuestos a comenzar desde cero.
Podrán decirme ilusa, pero sigo creyendo que otra Cuba es posible. La diversidad y el respeto pueden ser proyectos viables, siempre y cuando se trabaje en la educación y consolidación de la sociedad civil. A fin de cuentas, la democracia no es sólo un concepto sacado de los manuales de ciencias sociales. La democracia se aprende desde la praxis. El ejercico de la democracia comienza por lo que cada ciudadano hace para mejorar la sociedad que habita.
Así pues, este gesto personal, ese espacio ínfimo de libertad conquistado por la unión de Wendy Iriepa e Ignacio Estrada, ratifica que está en camino el nuevo proyecto social de la otra Cuba que muchos anhelamos. La Nueva Cuba que ya ha empezado a gestarse.
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