domingo, 11 de septiembre de 2011

A 10 años del 11 de septiembre de 2001

Homenaje a las víctimas del 11/09 en el décimo aniversario del ataque a las torres gemelas en New York, por Enya J. Alba.

"¿Dónde estabas el 11 de septiembre de 2001 cuándo se impactó el primer avión contra el World Trade Center?", es la pregunta que se ha repetido hoy en las redes sociales. 

Mi respuesta es trivial: en mi pequeño apartamento del Cerro, en La Habana. Acababa de mandar a mis hijas para la casa de la señora que las cuidaba durante el día. Estaba escuchando CNN y pude ver las primeras imágenes que se transmitieron por los medios internacionales. Me recuerdo de pie, en mi habitación, y de pronto aquellas horrendas imágenes en la tele. Como si se tratase de un filme, de una broma macabra. 

Hecha una autómata llamé al padre de mis hijas. No tenía palabras para describir "aquello". Como el resto del mundo, no entendía nada. Recuerdo haber caido en la cama, colapsar. Y llorar, llorar  calladamente durante largas horas. Asistir  pasivamente al desastre.  Inevitablemente mis pensamientos estaban dirigidos a mi familia cubano-américana y un amigo muy querido que vivía en aquella ciudad. A la vez,  tenía la certeza de estar asistiendo a algo que acababa de alterar para siempre el curso de la historia contemporánea. 

Nada podía hacer desde mi posición de observadora. Estaba atrapada en una burbuja donde la lacerante falta de información era la norma. Me encontraba a cientos de kilómetros del lugar de los hechos.  Aunque levantase el auricular para llamar a algún amigo e intentase compartir mi pena sabía de sobra que en aquel contexto casi nadie podía saber de qué estaba hablando. Además, la sola idea resultaba un absurdo.

En 2005 estuve por primera vez en New York. El mismo amigo en quien no dejaba de pensar aquel aciago 11 de septiembre de 2001 me llevó entonces hasta el lugar donde un día estuvieron las torres gemelas. Allí, donde otrora reinara la vida a un ritmo alucinante había una llaga a cielo abierto atravesada por algunas vigas polvorientas que se me antojaban alfileres gigantes torcidos. Oxidadas reliquias del horror. Una reja metálica de la que colgaban mensajes, flores y otras ofrendas rodeaba aquel cráter. Un vendaje intentando contener un tumor imposible.

Esta es apenas la imagen que me devuelve una foto que guardo en algún cajón. Yo solo recuerdo el aire sonando sordo en mis oidos. Un sentimiento de dolor indescriptible. El vacío nunca había tenido forma más cabal.


2 comentarios:

  1. Bueno, si hubiese leído tu crónica personal la semana pasada te hubiese citado en mi crónica histórica. Pero como dice la canción de Leonardo Fabio: "otra vez será"...

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  2. Gracias de todos modos, Enoin. A mí m gustó mucho la tuya ;-) Un abrazo.

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