martes, 23 de noviembre de 2010

Viajando con LAN

 Fuente: Google Images

¡Gracias a Dios existe LAN! Desde mi primer encuentro con ellos el trato fue todo lo opuesto al desastre de American. Una compatriota que trabajaba en los mostradores me buscó cupo en el vuelo de la mañana. No tuve que pagar diferencia alguna de precio. Además, se excusaron por lo que me habían hecho vivir sus socios norteamericanos.

Luego, me quedaba hacer el famoso chequeo de NSEERS y buscar mi maleta. Para lo primero, ya me habían indicado correctamente a dónde debía dirigirme. Después de encontrar la oficina, eso que tanto me había hecho sufrir durante la noche lo resolví fácilmente. Así, en unos minutos tuve el dichoso cuño en mi pasaporte.

Lo de la maleta es otra historia. Después de mucho peloteo concluyeron que nunca la habían bajado del avión de American y que ya estaba en Chile. Como lo comprobé más tarde, aquello era completamente falso.

Lo cierto es que después de eso pude pasar el control de aduana. Para entonces, ya no quería ponerme las botas. Imagino parecería la estampa de la desidia, pues seguí andando con mis pies descalzos hasta que di con el único kiosco de todo el aeropuerto que vendía chancletas brasileñas. Las que encontré eran bien rockeras, perfectas para mí.

Sólo entonces me di el lujo de sentarme a tomar un desayuno improvisado en Bongos: un café cubano, un smoothie y un croissant. Después, embarqué. Fui la última en subir. De hecho, tuvieron que reabrir las puertas de la manga para dejarme entrar al avión, pero como ya conocían "mi caso" se solidarizaron conmigo. Llevaba más de 24 horas sin dormir, sin bañarme y sin poder cambiarme de ropa.

Mi compañero de asiento en el avión quiso que su esposa cambiara de lugar conmigo. A cambio, gané tres asientos que me permitieron dormir como un lirón durante más de tres horas. Algo que mi adolorido cuerpo agradeció sobremanera.

Cuando desperté, me sentí rodeada de atenciones. ¡Qué trato tan diferente! Teníamos desayuno y almuerzo incluidos en el pasaje, más todos los líquidos que quisiéramos. Eso sin contar las opciones de entretenimiento. No veía un servicio tan bueno y profesional desde mi viaje a Paris en 2006 con Air France.

Sin dudas, la cortesía de estos chilenos era un buen augurio de lo que me aguardaba en Santiago.

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