Murales del pintor argentino-brasileño Héctor Julio Paride Bernabó (Carybé), antiguamente instalados en el aeropuerto de New York, que fueron recientemente salvados de la demolición para ser restaurados y posteriormente reinstalados en el aeropuerto de Miami. Fuente: vivechacabuco
Cuando pensaba que todo estaba perdido apareció un miembro de LAN, la compañía de aviación chilena. Pensaba que vendría a traerme el ticket de mi maleta, pero no fue así.
El empleado fue súper gentil. Estaba apenadísimo por lo sucedido. Me dio las opciones de vuelo que tenía: o viajaba con ellos el 17 de noviembre a las 8h45 AM rumbo Lima o me quedaba hasta la noche para hacer el vuelo directo. Pero, en ese caso, ya conocía a mis anfitriones: American Airlines. Costase lo que costase, necesitaba partir con LAN en la mañana.
No me voy a extender contando el calvario que viví aquella noche en el aeropuerto de Miami. Solo diré que tuve que recorrerlo de un extremo a otro cinco veces.
Después de mi encuentro con el chico de LAN me enteré de cómo podía desplazarme por dentro del aeropuerto utilizando las esteras mecánicas en el segundo nivel -otra cosa que los de American “olvidaron” decirme-. Con un poco de suerte, algunas de ellas estarían funcionando. Así no siempre tendría que caminar.
Logo de LAN. Fuente: Google Images
No obstante, no pude descansar ni un minuto. El paso siguiente fue volver a los mostradores de American para hablar con el supervisor. Aunque le expliqué lo sucedido, no fue capaz de recuperar mis documentos. Aquel energúmeno tampoco reconoció la falta de profesionalidad de sus empleados.
Por mi parte, me negaba a aceptar que en una ciudad que es la capital del exilio cubano, los responsables de embarcar pasajeros en una de una de las compañías más populares de EEUU nunca hubiesen escuchado hablar de los problemas que tenemos los cubanos y la necesidad de chequear en NSEERS.
Para colmo, el supervisor pretendía que yo pagase unos 600 USD de diferencia para poder irme en la mañana. Mi cuota de paciencia llegó al límite cuando tampoco me quiso cubrir una noche de hotel para poder reponerme después de tantas carreras. Tanta incompetencia y mala sangre me enferma. Como no me pude controlar le propiné más de un insulto.
Me fui a sentar un rato para serenarme. Pagué una conexión a Internet. Me comuniqué con los organizadores de PdF para ponerlos al tanto del desastre. Al menos, ya tenía las coordenadas de mi hotel. Aproveché y posteé sobre mi beca Google y los eventos. Luego, empezaron a llegar los empleados de LAN.
La pesadilla estaba llegando a su fin.
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