Hace ya once años que llegó tras tardarse un poco más de la cuenta sumergida en mis aguas. Como suele ocurrir con las personas que vienen para quedarse, marcó un antes y un después. Al principio era muy chiquitica, tenía cabello silvestre y unos ojillos achinados y reidores llenitos de vida que denotaban su curiosidad por aprender el mundo. Una vez siendo aún muy pequeña me confesó que me buscaba desde siempre. Yo, simplemente sonreí. Sabía que era cierto. Lo supe desde que comenzó a crecerme por dentro. Y es que tiempo atrás, mientras el latido de otra vida se escurría entre mis piernas, su alma acarició mi ser y, en un leve susurro, prometió que volvería.
Su nombre es hermoso; viene del sánscrito, lengua que inventaron los antiguos para dibujar el mundo con poesía cincelada en palabras. Mientras ella se formaba, yo leía el diario de Frida Kahlo. De allí lo tomé prestado. Es un nombre que evoca al cielo y la tierra, lo auténtico y verdadero, lo que es amable. Durante la gestación, otra noche, también soñé que estaba parada en un promontorio y alzaba a mi niña con mis dos manos por encima de mi cabeza ante una multitud sin fin. Todos se postraron ante ella. Por eso su otro patronímico evoca grandeza. También la llamé de esa forma para homenajear a la Pizarnik, mariposa de iridiscentes alas.
Viendo los hechos con cierta distancia pienso que la gente adora a mi niña porque su aura desprende amor. Ella es música, el arte la habita; de los gestos de sus inquietas manos surgen criaturas de ensueño o personajes que invitan a la risa. Su mundo es policromo como la cinta que después de la lluvia corona el cielo. Para mí, ella es el oro del cofre al final del horizonte. No puedo menos que sentirme colmada por tenerla a mi lado. Aún hoy, que ya se vislumbra su paso de niña a mujer, hay días en que caminamos tomadas de la mano. Cariñosamente la llamo “la lucecita de mi vida”; su luz me inunda. Ella, con su característica dulzura responde “tú: ¡la estrella de mi corazón!”.
No entiendo de las órbitas que dibujan los astros, tampoco de los oscuros sueños de poder que doblegan al hombre, me siento minúscula como si toda yo cupiese debajo de una hoja. Todo lo que ha contado en este viaje cabe en mi corazón, por lo mismo mi única certeza es que me tocó una parte del tesoro más grande. Hablo del amor que se siente por un vástago, amor que nos estremece y nos hermana con la tierra potenciando nuestras fuerzas más allá de todo límite. Es un sentimiento tan sublime que no se puede explicar con palabras.
Hoy estamos de fiesta celebrando la vida. ¡Sean todos bienvenidos!
Felicidades Sadja!, con una mama tan preocupada y amorosa, de seguro eres una joven muy feliz!
ResponderEliminarBellisima cronica! Un hermoso regalo para tu hija. Felicidades Sadja!
ResponderEliminar(Quedan cajitas...? LOL!, que bueno que Sadja no sabe de estas cosas!)
Gracias, Raúl, por lo que me toca. Ciertamente ella es una niña muy feliz.
ResponderEliminarDon Eufrates, ella lo verá hoy. Se va a emocionar porque es muy sensible. Lo de las cajitas me ha hecho reír tanto, ¡jajajaja!!! Ella sí cogió su tanda de fiesta con las susodichas cuando vivíamos en Cuba. Oígame, que no hay nada más traumático que ir a una fiesta cubiche y que no le toquen cajitas a uno, ¡jajajaja!!!
Gracias por pasar y dejar sus amables comentarios ¡Saludos!
Your writing is like poetry, very good article.
ResponderEliminarThanks for your kind comments. Greetings from Montréal!
ResponderEliminarFelicidades a Sadja y a ti tambien! Con una mami como tu no es exttran-o que la hija tenga esos genes artisticos. Muchas gracias.
ResponderEliminarSaludos desde Londres.
¡Cuban!!! ¿Viste el cake que hice con tu receta? ¡Muchas gracias! Me vino como anillo al dedo. Quedó muy sabroso. Gracias también por tan gentil comentario.
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